miércoles, 30 de julio de 2014

A toro pasado. En torno al toro y la plaza de Pamplona

Por Juan Antonio Polo

Cartel de la Feria de Pamplona. Donde anuncian los toros pero no a los toreros. Curiosamente, de esto nadie ha protestado.

En un serial como el de Pamplona, denominado Feria del Toro, en el que el toro es base de los carteles y asume el papel protagonista, resulta interesante fijar la atención sobre algunos aspectos, frecuentemente desconocidos, y sobre otros que a menudo pasan desapercibidos y que son de capital importancia en orden al éxito de la feria.

En lo que atañe al presente año debe destacarse el hecho, tan simple como infrecuente, de que, en un ciclo compuesto ―al margen del festejo de rejones― por ocho corridas de toros y una novillada picada (los utreros de El Parralejo y las corridas de Torrestrella, Dolores Aguirre, Victoriano del Río, Garcigrande, Jandilla, Fuenteymbro, Adolfo Martín y Miura), los nueve festejos se hayan lidiado íntegros, hecho del que pueden extraerse y destacarse varias conclusiones.

 

Una empresa previsora

Torrestrella campo

Toros de Torrestrella en el campo y en los corrales de Pamplona

De una parte, la previsión de la empresa ―la madrugadora Casa de Misericordia, conocida como la Meca―, que acostumbra a anunciar las ganaderías con seis meses de antelación, así como el acierto con que la propia Meca, sus veedores y los ganaderos escogen y reseñan los toros de la feria, de forma que todas las corridas superen, no sólo los requisitos requeridos por las plazas de primera categoría, sino que asimismo cumplan con las superiores exigencias de peso y trapío propias de la feria del toro y la plaza de Pamplona, donde no suele plantearse el problema ―tan habitual en otros cosos― de que tras los reconocimientos sea necesario traer más toros para completar una corrida. Además, que yo sepa, nunca se dio el caso de que una corrida tuviera que remendarse con reses de otra vacada.

El mérito es doble, ya que las citadas exigencias no se constriñen al peso y volumen de las reses, sino que prestan una muy especial atención al tamaño de sus defensas.

De ahí que ante las impresionantes arboladuras exhibidas por la mayor parte de los toros lidiados este año ―desproporcionadas en ocasiones con el tamaño de los toros―, me haga la consideración de hasta qué punto es lógica la postura que, en su búsqueda de “lo mejor” y de “lo más bonito”, adoptan frente al concepto “trapío” las empresas, autoridades, crítica y público de Pamplona… y de las llamadas plazas toristas. ¿Acaso no tenemos la visión deformada por lo que estamos viendo a diario? ¿No se tildan de chicas y anovilladas reses cuya presencia hubiera despertado admiración hace 40 ó 50 años?

 

La necesaria armonía del toro de lidia

Y si el hombre más bello o perfecto no es el que mide más de dos metros, supera los 100 kilos y luce la disparatada musculatura de los culturistas ―ni la mujer más bella y atractiva es la dotada de unas enormes y desproporcionadas glándulas mamarias―, ¿por qué en ciertas plazas, a la hora de dictaminar el trapío de una res, se atiende fundamentalmente al peso, a la alzada y a la longitud ―que no la conformación― de sus astas sin tener en cuenta la capital importancia del concepto “armonía”?

Viene esto a cuenta de las disparatadas cornamentas que lució la corrida de Adolfo Martín ―la más chica de la feria, por cierto― y de las declaraciones del propio ganadero, que horas antes del festejo se ufanaba de la presentación de sus reses. Nos preguntábamos entonces ¿por qué un toro gacho, bizco o brocho se presume que es feo y no puede ser corrido en una plaza de primera y, por el contrario, no se oponen reparos a que se lidien toros playeros, veletos y cornipasos hasta la exageración?

Entiendo que toros de esas características tan poco armónicas deberían lidiarse en plazas de tercera o, en todo caso, en novilladas ―anunciados como defectuosos―, al amparo de lo dispuesto en el Art. 48 del Reglamento Nacional.

Desproporcionadas defensas de los toros de Adolfo Martín

 

La incidencia del encierro

Siguiendo con Pamplona y al margen del dato relativo a que en los festejos de referencia tan sólo se devolvió un toro ―un Victoriano del Río, que se rompió una pata― y fue sustituído por otro del mismo hierro, es obligada la referencia a los encierros, esa desenfrenada carrera por los empedrados de las calles pamplonesas que protagonizan los toros la mañana de la corrida entre un griterío ensordecedor, arropados por los cabestros y rodeados de un sinnúmero de corredores. Aunque parezca imposible que los toros no se lesionen, partan o astillen sus cuernos o adquieran resabios en orden a su lidia, lo cierto es que ocurre… todo lo contrario.

Y es que quienes lo han estudiado afirman que, gracias a la tensión y parafernalia reinante en los encierros, los toros, acostumbrados a vivir en el silencio y la paz del campo y muy afectados por el stress que les acarrea el apartado, encajonamiento, viaje en camión y desembarco final en unos corrales desconocidos, experimentan durante la carrera unas descargas de adrenalina que tienen la virtud de levantarlos del estado de postración en que les había sumido el stress. En mi memoria una corrida de Osborne, cuyos toros se cayeron repetidas veces durante el encierro y entraron en los corrales poco menos que a gatas: recuerdo, unas horas después, la consternación que durante el sorteo mostraban los rostros del ganadero y el mayoral. Pues bien, ¡por la tarde no se cayó ni un toro!

La carrera del encierro suele ser beneficiosa para los toros. En la imagen la miurada de este año en las calles de Pamplona

 

Una continua escandalera pero una fiesta sin parangón

Finalmente, sabida la continua escandalera que reina en los tendidos de sol ―que no prestan la más mínima atención a cuanto ocurre en el ruedo― y la pasividad de los tendidos de sombra ―que abjuran de su función de contrapunto del sol y se limitan a actuar como meros convidados de piedra―, cabría preguntarse si los aficionados de otras latitudes pueden comprender y gustar de una corrida de toros en Pamplona.

El público de Sol de Pamplona

Y mi respuesta es afirmativa, siempre que se trate de aficionados de mente abierta, capaces de abstraerse del jolgorio general ―o de participar en el mismo cuando proceda― y de disfrutar sin morbo de la presencia de esos toros importantes tan difíciles de ver por otras plazas; de aficionados capaces de degustar una lidia inteligente, una faena poderosa o la habilidad de un torero para domeñar un toro de respeto; de aficionados que sean capaces de emocionarse ante un gesto de valor, aunque esté ayuno de arte, o de extasiarse ante la magia de unos lances, aunque los espectadores de su alrededor ni se enteren; de aficionados capaces de apreciar el esfuerzo de los toreros al aguantar las descompuestas embestidas de las reses o al dejar rozar sus cuerpos por las cuernas más astifinas; de aficionados ―o, en suma, de personas― amantes de la fiesta y capaces de apreciar la camaradería reinante, la amistad, la simpatía, el buen humor y el talante de una ciudad, unas gentes y unas fiestas que no tienen parangón.

De ahí que sean muchos ―y de todas las partes del mundo― los centenares de aficionados solventes que año tras año renuevan su abono y acuden a los sanfermines. Saben que en el coso de Pamplona no van a encontrar la seriedad que caracteriza al de las Ventas, ni el respeto y los silencios de la Maestranza. Pero ahí están.

Y es que, afortunadamente, los Sanfermines no tienen nada que ver con esas tópicas, absurdas y desagradables escenas que año tras año nos sirven los telediarios, protagonizadas por elementos foráneos que acuden a Pamplona los fines de semana sanfermineros con la distorsionada idea de que el único objetivo es emborracharse.

Pamplona, sus gentes, sus sanfermines y sus corridas de toros… son mucho más.

¡Viva San Fermín!

 

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¡San Fermín!

1 comentario:

Luis Miguel López R. dijo...

Desde mi punto de visa, muy acertada esta magnífica entrada con la que nos deleita nuevamente D. J.A. Polo sobre Pamplona. A modo de colofón de sus crónicas San Fermín 2014, que le han hecho ganarse por derecho propio, ser el corresponsal oficial LRI en las fiestas sanfermineras (mis ruegos para que lo siga siendo en el futuro).Nos hace una serie puntualizaciones sobre aspectos muy importantes, que no deben pasar desapercibidos a los aficionados taurinos sobre esta feria tan singular.
Los aspectos positivos, donde destaca fundamentalmente la presentación y lidia completa de todas las ganaderías anunciadas. ¡Chapeau por la Meca!, de la que deberían tomar nota otras empresas, como la de Madrid. Si bien es cierto que por volumen de festejos no se puede exigir el mismo porcentajede toros anunciados/lidiados. Existen corridas como la Beneficencia (la que debería ser una de las más importantes del año) donde año tras año (excepción 2014), existe baile de corrales que desembocan en la salida al ruedo de remiendos de otros hierros distintos al anunciado. En muchos casos de tipos de toros que nada tienen que ver unos con otros (Cuvillos con Victorianos de Río…).Por tanto, habría que analizar el perfecto funcionamiento de la Meca, veedores de la empresa y de los toreros, veterinarios, ganaderos…, para implantarlo en otras ferias, aunque en este punto, pienso también puede influir (quizás lo que más) el aspecto económico (lo que pagan unos y otros para entendernos).
Este ensalzamiento de la Meca en cuanto al toro, tiene su contrapunto en no perder de vista la armonía del toro de lidia.
Muy interesante, la posible influencia positiva del encierro sobre las caídas en el ruedo por la tarde, así como su justificación científica. Sería muy conveniente hacer ensayos piloto en otras ferias. Después de cuatro o cinco años preparando un toro para la lidia, con el gasto económico y sobre todo en ilusiones tanto para ganaderos como para aficionados que ello supone, si una carrera previa a la lidia mejorase su rendimiento, sería cuestión de probar alternativas. No es comparable, pero hoy en día un atleta perfectamente preparado para unas olimpiadas (cuatro años), no entendería un fracaso por prescindir de un calentamiento previo.
No obstante, lo más práctico de esta entrada para alguien como yo, que no he estado nunca en S. Fermín, pero desde fuera (percepción a través de la TV), no es un ambiente que me guste, ni me atraiga. En mi cabeza de aficionado no entra que más de media plaza esté cantando o vuelto de espaldas, cuando un hombre se juega la vida con una como la de Dolores Aguirre por poner un ejemplo de este año. Así como los pitos cuando se pica, se banderillea, se pincha… que alguien tan ilustre como Juan Antonio Polo, con más de 50 sanfermines en sus espaldas, nos de las claves para entender esta fiesta singular, es muy de agradecer. Así que en caso de que algún día vaya a los Sanfermines, ya “sólo” me tengo que preocupar de una cosa: Ser el tipo de aficionado que propone J.A. Polo en su entrada.
No quisiera terminar este comentario sin dar las gracias Juan Antonio Polo, por sus crónicas, por poner “ese punto de cordura en la desmesura sanferminera”, por transmitirnos sus sensaciones y sobre todo por darnos las claves para entender esta fiesta singular. ¡Viva San Fermín!